-
La cara de la niña era del color del talco. La de su tío era una máscara mortuoria, una estructura ósea recubierta de pergamino. La de Shane era de granito, con una brillante línea de sudor justo debajo de la línea del pelo. El detective sabía que nunca olvidaría aquella noche, pasara lo que pasara durante el resto de su vida. Todos se estaban haciendo cicatrices en el alma, el tipo de cicatrices que la gente se hacía en la Edad Media, cuando creían en demonios y magia negra. (Háblame de la muerte)