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Las almas humildes y sencillas, que son lo bastante pequeñas para ver la grandeza de Dios en la pequeñez de un Niño, son las únicas que comprenderán la razón de su visita. Él vino a esta pobre tierra nuestra para hacer un intercambio; para decirnos, como sólo el Buen Dios podía decir: 'tú me das tu humanidad, y yo te daré mi Divinidad; tú me das tu tiempo, y yo te daré mi eternidad; tú me das tu corazón roto, y yo te daré el Amor; tú me das tu nada, y yo te daré mi todo'.