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Sentirse ingrávido... son muchas cosas juntas. Un sentimiento de orgullo, de sana soledad, de digna libertad de todo lo que es sucio, pegajoso. Te sientes exquisitamente cómodo... y sientes que tienes tanta energía, tantas ganas de hacer cosas, tanta capacidad para hacer cosas. Y trabajas bien, sí, piensas bien, sin sudor, sin dificultad, como si ya no existiera la maldición bíblica del sudor de tu rostro y del dolor, como si hubieras vuelto a nacer.