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  • Amanecía ya en Long Island y fuimos abriendo el resto de las ventanas del piso de abajo, llenando la casa de una luz que se tornaba gris y dorada. La sombra de un árbol cayó abruptamente sobre el rocío y unos pájaros fantasmales empezaron a cantar entre las hojas azules. Había un movimiento lento y agradable en el aire, apenas viento, que prometía un día fresco y encantador.

    F. Scott Fitzgerald (2007). “The Great Gatsby”, p.155, Broadview Press