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Cuando recibimos ceniza no estamos proclamando públicamente nuestra grandeza, sino la de Dios. No decimos: "Mirad qué grande soy", sino: "Preguntadme por lo grande que es mi Dios".
Cuando recibimos ceniza no estamos proclamando públicamente nuestra grandeza, sino la de Dios. No decimos: "Mirad qué grande soy", sino: "Preguntadme por lo grande que es mi Dios".