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No nos conduce a la verdad la curiosidad, ni la vanidad, ni la consideración de la conveniencia, ni el deber y la conciencia, sino una sed insaciable e infeliz que no admite componendas.
No nos conduce a la verdad la curiosidad, ni la vanidad, ni la consideración de la conveniencia, ni el deber y la conciencia, sino una sed insaciable e infeliz que no admite componendas.