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Siempre supimos honrar a los soldados caídos. Murieron por nuestro bien, salieron en nuestra misión. Pero ¿cómo llorar a un hombre cualquiera asesinado en un atentado terrorista mientras estaba sentado en una cafetería? ¿Cómo llorar a un ama de casa que subió a un autobús y nunca regresó?