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Cuando alguien con la autoridad de un profesor, por ejemplo, describe el mundo y tú no estás en él, se produce un momento de desequilibrio psíquico, como si te miraras en un espejo y no vieras nada. Sin embargo, sabes que existes tú y otros como tú, que esto es un juego con espejos. Hace falta fuerza en el alma -y no sólo fuerza individual, sino comprensión colectiva- para resistirse a este vacío, a este no-ser, al que se es empujado, y levantarse, exigiendo ser visto y escuchado.