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Basta con jugar a Little Wars tres o cuatro veces para darse cuenta de la torpeza que debe ser Great War. La Gran Guerra es actualmente, estoy convencido, no sólo el juego más caro del universo, sino que es un juego fuera de toda proporción. No sólo las masas de hombres y material y sufrimiento e inconvenientes son demasiado monstruosamente grandes para la razón, sino que las cabezas disponibles que tenemos para ello son demasiado pequeñas. Esa es, creo, la realización más pacífica concebible, y la Pequeña Guerra te lleva a ella como nada más que la Gran Guerra puede hacerlo.