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Jerusalén es fiesta y lamento. Su canto es un suspiro a través de los tiempos, un salmo delicado, robusto y doliente en la gran encrucijada de las culturas espirituales.
Jerusalén es fiesta y lamento. Su canto es un suspiro a través de los tiempos, un salmo delicado, robusto y doliente en la gran encrucijada de las culturas espirituales.