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  • Al final, cada uno de nosotros debe elegir por sí mismo hasta qué punto quiere dejar nuestro destino colectivo a los caprichos caprichosos de las asambleas populares. Para mí, sería de lo más fastidioso ser gobernado por un grupo de guardianes platónicos, incluso si supiera cómo elegirlos, cosa que sin duda no sé. Me perdería el estímulo de vivir en una sociedad en la que tengo, al menos teóricamente, alguna parte en la dirección de los asuntos públicos.

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