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Un negro profundo, oscuro, sobrenatural. Aún no se lo había dicho a nadie, pero el color seguía apareciendo en mi mente en los momentos más extraños. Cuando lo hacía, mi piel se estremecía agradablemente, y era como si pudiera sentir el color trazando un dedo tiernamente a lo largo de mi mandíbula, inclinando mi barbilla hacia arriba para mirarlo directamente. Sabía que era absurdo pensar que un color cobraría vida, pero una o dos veces estuve segura de haber captado un destello de algo más sustancial detrás del color. Un par de ojos. La forma en que me estudiaban me llegaba al corazón.