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Mis dedos trazaron la melodía en un teclado invisible, mi forma habitual de conectar con la música, de sentir sus emociones en las yemas de los dedos. Tocaba las teclas suavemente, como si deslizara las manos por el agua, pero las notas musicales seguían deslizándose entre mis dedos como burbujas, bailando el vals en el resplandor azul.