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Cuando te metes en un callejón oscuro y sientes ese cosquilleo en la nuca, no es sólo una mala sensación, es un don biológico de Dios: el don del miedo... Cuando ignoras ese don, cuando te metes en el callejón oscuro y dices: "Ya sabes, seguro que todo irá bien", es cuando te encuentras con el verdadero dolor.