-
La casa, el estanque, el árbol... todo le resultaba abrumadoramente familiar y, al mismo tiempo, diferente de lo que recordaba: más pequeño y más desaliñado. Era como despertarse y descubrir que tu reflejo en el espejo había envejecido de la noche a la mañana, o que te había salido un lunar nuevo: Te veías obligado a admitir que las cosas habían cambiado, tanto si les habías dado permiso como si no.