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Padres primerizos, presos políticos, ayudantes presidenciales traumatizados, colegiales resueltos, eurodiputados que se dirigen a cámaras poco amistosas: todos descubrimos que Shakespeare se ha anticipado mágicamente a nuestras circunstancias precisas. Cómo fue posible, aún no lo entiendo; pero no hay día en que no agradezca que me hable en mi propia lengua.