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Los libros que uno lee en la infancia, y quizás sobre todo los malos y los buenos libros malos, crean en la mente una especie de falso mapa del mundo, una serie de países fabulosos en los que uno puede refugiarse en momentos puntuales durante el resto de la vida, y que en algunos casos pueden sobrevivir a una visita a los países reales que se supone que representan.