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Ciertamente, no es ninguna vergüenza para un hombre ser tan amable con su país como con su amada, pero no sería prudente considerar enemigo a todo aquel que no pudiera verla con nuestros propios ojos encantados.
Ciertamente, no es ninguna vergüenza para un hombre ser tan amable con su país como con su amada, pero no sería prudente considerar enemigo a todo aquel que no pudiera verla con nuestros propios ojos encantados.