Hace cien años éramos felices. Sabíamos que había explotadores y explotados, ricos y pobres, y teníamos una idea perfecta de cómo deshacernos de la injusticia: expropiaríamos a los propietarios y entregaríamos la riqueza al bien común. Expropiamos a los propietarios y creamos uno de los sistemas sociales más monstruosos y opresivos de la historia mundial. Y seguimos repitiendo que en principio todo iba bien, sólo que algunos desafortunados accidentes se colaron y estropearon ligeramente la buena idea. Empecemos de nuevo.