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Nuestros antepasados miraban a la naturaleza con más reverencia y horror, antes de que el mundo fuera iluminado por el aprendizaje y la filosofía, y les encantaba asombrarse con las aprensiones de la brujería, los prodigios, los encantos y los encantamientos. No había aldea en Inglaterra en la que no hubiera un fantasma, los patios de las iglesias estaban todos encantados, cada gran comunidad tenía un círculo de hadas que le pertenecían, y apenas había un pastor que no hubiera visto un espíritu.