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  • Dime, hombre cansado, a quien el deber encadena dentro de los muros de la ciudad, en medio de la multitud trabajadora, cuán agradecido juega el viento fresco en tu frente enferma, cuando eres libre de pisar el césped elástico, de oír a los árboles en comunión con los vendavales, de captar la voz de las aguas, brotando de su vientre rocoso, y cantando mientras vagan... Volverán las horas primaverales, y los sentimientos surgirán con frescura de rocío en tu corazón marchito.

    Robert Montgomery (1828). “A Universal Prayer, Death, A Vision of Heaven and A Vision of Hell”, p.130