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Sin el evangelio nos odiamos a nosotros mismos en vez de a nuestro pecado. Sin el evangelio estamos motivados por todo tipo de miedo y orgullo a cambiar y eso realmente no cambia nuestros corazones; solo restringe nuestros corazones.
Sin el evangelio nos odiamos a nosotros mismos en vez de a nuestro pecado. Sin el evangelio estamos motivados por todo tipo de miedo y orgullo a cambiar y eso realmente no cambia nuestros corazones; solo restringe nuestros corazones.