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En las sociedades en las que prevalecen las condiciones modernas de producción, toda la vida se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que se vivía directamente se ha trasladado a la representación. Las imágenes desprendidas de cada aspecto de la vida se funden en una corriente común en la que ya no puede restablecerse la unidad de esta vida. La realidad considerada parcialmente se despliega, en su propia unidad general, como un pseudomundo aparte, objeto de mera contemplación. . . El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas, mediada por imágenes.