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A los periodistas políticos les encanta la inteligencia de estudiante de posgrado, la capacidad de hacer alusiones ingeniosas en los seminarios, y en 1999-2000 fastidiaron a George W. Bush por no tenerla. No se dieron cuenta de lo que este libro muestra sucintamente: que el presidente tiene algo mucho más importante: inteligencia de director general, la capacidad de hacer preguntas difíciles, recabar información esencial y tomar decisiones con criterio.