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Ya sea en el Congreso, en los consejos de administración de las grandes empresas o en los pasillos de un hospital de una gran ciudad, no hay conocimientos profesionales ni antología de casos prácticos que puedan suplantar la fuerza del carácter, que proporciona tanto un sentido de dirección como un medio de realización. No se pregunta qué se quiere ser, sino quién se quiere ser.