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Pero mientras que un cachorro se acobardará o rodará sobre su espalda, arrastrándose, un niño pequeño puede cubrir su timidez con despreocupación, con bravuconería o con secretismo. Y una vez que un niño ha sufrido el rechazo, lo encontrará incluso donde no existe o, lo que es peor, lo provocará simplemente por esperarlo.