Una de las anomalías de la ecología moderna es la creación de dos grupos, cada uno de los cuales parece apenas consciente de la existencia del otro. Uno estudia la comunidad humana, casi como si fuera una entidad separada, y llama a sus conclusiones sociología, economía e historia. La otra estudia la comunidad vegetal y animal y relega cómodamente la mezcolanza de la política a las artes liberales. La inevitable fusión de estas dos líneas de pensamiento constituirá, tal vez, el avance más destacado de este siglo.