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Sigue siempre estas dos reglas: primero, actúa sólo según lo que tu mente razonadora proponga para el bien de la humanidad, y segundo, cambia de opinión si alguien te demuestra que es errónea. Este cambio de opinión debe proceder sólo de la convicción de que es correcto y para el bien común, pero no porque te dará placer y te hará popular.