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  • Lo que mantiene la fe alegre es la extrema persistencia de la dulzura y el humor. La dulzura está en todas partes en la vida cotidiana, una señal de que la fe reina en las cosas ordinarias: en la cocina y en las conversaciones triviales, en la narración de cuentos, en hacer el amor, en pescar, en cuidar de los animales, del maíz dulce y de las flores, en los deportes, la música y los libros, en la educación de los hijos... en todos los lugares donde la salsa empapa y la gracia brilla. Incluso en una época de vanidad y codicia elefantiásicas, no hay que mirar muy lejos para ver las hogueras de gente amable. A falta de otro propósito en la vida, bastaría con vivir por ellos.