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  • Cuando no tenemos una meta, o cuando nuestra visión de la meta está oscurecida, podemos perder el sentido de nuestro propósito. Incluso cuando nos hemos preparado bien y tenemos aptitudes para una actividad determinada, los esfuerzos mal dirigidos pueden robarnos la energía vital. Podemos gastar gran parte de nuestro tiempo, dinero y otros recursos dando vueltas en círculos. A menos que creemos objetivos específicos que coincidan con nuestro propósito en la vida y a menos que mantengamos una visión clara de estos objetivos, podemos acabar vacilando y fracasando.