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El hombre sabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más innumerables y más innominados que los colores de un bosque otoñal: ..... Sin embargo, cree seriamente que cada una de estas cosas, en todos sus tonos y semitonos, en todas sus mezclas y uniones, puede ser representada con exactitud por un sistema arbitrario de gruñidos y chillidos. Cree que un corredor de bolsa civilizado puede realmente producir de su propio interior ruidos que denoten todos los misterios de la memoria y todas las agonías del deseo.