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Una vida humana, creo, debe estar bien arraigada en algún lugar de una tierra nativa, donde pueda adquirir el amor de un tierno parentesco por la faz de la tierra, por las labores a las que los hombres se dirigen, por los sonidos y acentos que la rondan, por todo lo que dará a ese hogar temprano una diferencia familiar e inconfundible en medio de la futura ampliación del conocimiento.