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Cuando oigo a los hipercríticos discutir sobre gramática y estilo, la posición de las partículas, etc., etc., estirando o contrayendo a cada orador a ciertas reglas suyas. Veo que olvidan que el primer requisito y regla es que la expresión sea vital y natural, tanto como la voz de un bruto o una interjección: en primer lugar, lengua materna; y en último lugar, lengua artificial o paterna. En esencia, su frase poética más verdadera es tan libre y anárquica como el balido de un cordero.