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No fue la violencia de nuestros enemigos [en la Primera Guerra Mundial] lo que nos desharía, pensé, sino nuestra propia debilidad espiritual, la superficialidad de nuestras convicciones.
No fue la violencia de nuestros enemigos [en la Primera Guerra Mundial] lo que nos desharía, pensé, sino nuestra propia debilidad espiritual, la superficialidad de nuestras convicciones.