-
Cuántas atracciones para nosotros tienen nuestros semejantes que pasan por las calles, tanto hombres como mujeres, que nuestra ética nos prohíbe expresar, y que sin embargo infunden tanto placer a la vida. Un niño encantador, un joven apuesto, una muchacha hermosa, un hombre heroico, una mujer maternal, un anciano venerable, nos encantan, aunque sean extraños, y no podemos decirlo, ni mirarlos más que un momento.