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  • Las nubes volaban rápidamente, el viento se levantaba en ráfagas, golpeando algunas contraventanas vecinas que se habían soltado, haciendo girar las oxidadas chimeneas y veletas, y dando vueltas y vueltas alrededor de un confinado cementerio adyacente, como si tuviera la intención de sacar a los ciudadanos muertos de sus tumbas. El bajo trueno, murmurando en todos los rincones del cielo a la vez, parecía amenazar con vengarse de este intento de profanación, y murmurar: "¡Déjalos descansar! ¡Que descansen!

    CHARLES DICKENS (1873). "LITTLE DORRIT", p.153