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Todos fuimos creados a Su imagen, y sin embargo cada uno de nosotros fue creado diferente y único. No hay dos personas iguales. No hay dos corazones que latan al mismo ritmo. Si Dios hubiera querido que todos fuéramos iguales. Lo habría hecho así. Por lo tanto, no respetar las diferencias e imponer tus pensamientos a los demás equivale a no respetar el santo plan de Dios.