-
Para nosotros sólo hay una estación, la estación del dolor. El sol y la luna parecen habernos sido arrebatados. Fuera, el día puede ser azul y dorado, pero la luz que se cuela a través del grueso cristal de la pequeña ventana con barrotes de hierro bajo la que uno se sienta es gris y mortecina. Siempre es de noche en la celda, como siempre es de noche en el corazón. Y en la esfera del pensamiento, no menos que en la esfera del tiempo, el movimiento ya no existe.