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Prefiero tener como mecenas a un montón de ciudadanos anónimos que se rascan el bolsillo para pagar el precio de un libro o una revista que a un pequeño cuerpo de hombres ilustrados y responsables que administran fondos públicos. Prefiero que mi visión personal de la verdad se encuentre aquí y allá en el caos de la publicación que intentar filtrarla a través de unos pocos escrúpulos oficiales de honorable espíritu público.