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La naturaleza de los seres humanos nunca cambia; es inmutable. La actual generación de niños y la actual generación de jóvenes adultos de trece a dieciocho años no es, por tanto, diferente de la de sus tatarabuelos. Las modas políticas van y vienen; las teorías suben y bajan; la "verdad" científica de hoy se convierte en el error desechado de mañana.