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Cada hogar se ha reducido a lo estrictamente necesario, más de lo que la mayoría de los primitivos considerarían posible. Sólo las manos de una mujer para alimentar al bebé, contestar al teléfono, apagar el gas bajo la olla que está hirviendo, calmar al niño mayor que ha roto un juguete y abrir las dos puertas a la vez. Es nutricionista, psicóloga infantil, ingeniera, jefa de producción, experta compradora, todo en uno. Su marido la ve libre para planificar su propio tiempo, y la envidia; ella lo ve a él con un horario regular y lo envidia.