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  • Ver a la infancia indefensa extendiendo sus manos y derramando sus gritos en testimonio de dependencia, sin ningún poder para alarmar a los celos, ni ninguna culpa para alienar el afecto, sin duda debe despertar la ternura en cada mente humana; y la ternura una vez excitada se incrementará cada hora por el contagio natural de la felicidad, por la repercusión del placer comunicado, por la conciencia de la dignidad de la beneficencia.

    Samuel Johnson (1810). "The Works of Samuel Johnson, LL.D.: With An Essay on His Life and Genius", p.47