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Con una libra y cinco años, un hombre corriente puede, sin prisas ni presiones, rodearse de libros, todos en su propio idioma, y de ahí en adelante tener al menos un lugar en el mundo.
Con una libra y cinco años, un hombre corriente puede, sin prisas ni presiones, rodearse de libros, todos en su propio idioma, y de ahí en adelante tener al menos un lugar en el mundo.