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La melancolía ha dejado de ser un fenómeno individual, una excepción. Se ha convertido en el privilegio de clase del asalariado, un estado de ánimo de masas que encuentra su causa allí donde la vida se rige por cuotas de producción.
La melancolía ha dejado de ser un fenómeno individual, una excepción. Se ha convertido en el privilegio de clase del asalariado, un estado de ánimo de masas que encuentra su causa allí donde la vida se rige por cuotas de producción.