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Vivimos en una época en la que muchas personas han cambiado de opinión sobre lo que es o puede ser para ellas el uso de la música. Algo que no habla ni habla como un ser humano, que no conoce su definición en el diccionario ni su teoría en las escuelas, que se expresa simplemente por el hecho de sus vibraciones. Personas atentas a la actividad vibratoria, no como reacción a una interpretación ideal fija, sino cada vez atentas a cómo resulta ser esta vez, no necesariamente dos veces igual. Una música que transporta al oyente al momento en que se encuentra.