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Para una madre, criar a un hijo varón es el proyecto más gratificante al que puede aspirar. Puede verle jugar de niño a los juegos que a ella no le permitieron jugar; puede invertir en él sus ideas, aspiraciones, ambiciones y valores -o lo que le quede de ellos-; puede ver a su hijo, que nació de su carne y cuya vida se sustentó en su trabajo y devoción, encarnarla en el mundo. Así pues, aunque el proyecto de criar a un hijo varón está plagado de ambivalencias y conduce inevitablemente a la amargura, es el único proyecto que permite a una mujer ser, ser a través de su hijo, vivir a través de su hijo.