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Mi padre se preocupaba mucho por mí, pero nunca me dio la satisfacción de saberlo realmente. Batear .390 no era suficiente para él. Nada parecía serlo. No trataba de ser malo. Sólo se ocupaba de que nunca me sintiera satisfecho de mí mismo, de que trabajara duro para sacar el máximo partido de lo que tenía.