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Cierra los ojos, espera, no pienses en nada. Ahora, ábrelos... no se ve más que una gran ondulación coloreada. ¿Qué es entonces? Una irradiación y gloria de color. Esto es lo que un cuadro debería darnos... un abismo en el que el ojo se pierde, una germinación secreta, un estado de gracia coloreado... conciencia suelta. Descender con el pintor a las oscuras y enmarañadas raíces de las cosas y resurgir de ellas en colores, empaparse de su luz.