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El sábado [judío] no debía ser simplemente un desierto de prohibiciones, sino más bien un oasis para la restauración moral y el placer aparente: se podía comer, beber e incluso alegrarse.
El sábado [judío] no debía ser simplemente un desierto de prohibiciones, sino más bien un oasis para la restauración moral y el placer aparente: se podía comer, beber e incluso alegrarse.