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  • Los errores y las exageraciones no importan. Lo que importa es la audacia de pensar con voz fuerte, de hablar de las cosas tal como uno las siente en el momento de hablar; de tener la temeridad de proclamar lo que uno cree que es verdad sin temor a las consecuencias. Si uno esperara la posesión de la verdad absoluta, debería ser o un tonto o un mudo. Si el impulso creador enmudeciera, el mundo se detendría en su marcha.